Yo Acus(ativ)o
©Sebastián Ontiveros
mayo de 2001
Confieso que, aunque el español es mi idioma natal, no soy muy bueno con las cosas de la gramática. Es decir, puedo hablarlo y leerlo (y más o menos escribirlo) bastante bien; no siempre entiendo lo que escucho, en especial cuando estaba en clase de física en la escuela. Pero no creo que sea ignorancia mía, pues el doctor me dijo que tenía no sé qué inflamación del oído y que por eso no entendía lo que la gente luego me dice. Bueno, lo que quiero decir es que al estudiar esperanto, sí me fijé que en general las cosas son muy fáciles, pero la verdad es que no entiendo el acusativo. O sea que no sé poner bien la N. O la pongo cuando no va, o no la pongo cuando sí debe de ir.
Yo le decía a mi maestro de esperanto que no creo que importe mucho eso de poner bien las enes, pues la gente de todos modos me entiende. Y aunque él dice que sí es importante que use bien el acusativo, pues para mí que nadie se va a morir si me equivoco, ¿o sí?
Uno de mis primeros maestros (he tenido muchos desde hace veinte años que empecé a estudiar esperanto), me decía que el acusativo era muy fácil: “Es el caso que se usa en el complemento directo.” ¿Fácil? ¿Qué es eso de caso y de complemento directo? Lejos de aclararme las cosas, no más me confundía más.
Otro me repetía que el acusativo señala al objeto que recibe la acción. “O sea que la N se coloca en el nombre afectado por el verbo.” ¿Ustedes creen que un ciudadano honesto va a entender esas cosas? Y luego era peor con el ejemplo que me ponía: “La filo amas la patrinon.” ¿A poco la mamá es un objeto? Se me hacía mucha falta de respeto que a mi cabecita blanca le dijera cosa…
Cuando tomé clases con la maestra Rut, ella me puso el ejemplo del ratón y el queso: “La muso manĝas la fromaĝon.” Eso sí me hacía más claro, pues el queso sí es una cosa que el ratón se puede comer. O este otro: “La instruisto legas la libron”, donde también el libro es un cosa, o sea que es un objeto. Y que sea directo… pues eso sí que depende del libro, ¿no creen? Pues luego uno se encuentra con libros muy retorcidos que tampoco entiende, aunque estén compuestos en español.
Bueno, lo que quiero decir es que sí entendí el ejemplo del ratón y del queso, no soy tan bruto como dice mi compadre Celso Baca (¡saludos, Celso!). Pero, la mera verdad, no me ha servido de mucho. Nunca he visto a un ratón comiendo queso ni he tenido ocasión de hablar de las hábitos alimenticios de los roedores. Lo que sí he visto es al profesor leyendo un libro, sobre todo cuando no prepara la clase y no más se pone a leer en voz alta.
Yo creo que esa maestra sí era muy paciente, pues me explicó varias veces lo del objeto directo, que parece que no tiene nada que ver con lo que uno entiende por directo, o sea, derecho. Y también me dijo que no era falta de respeto llamar objeto a mi mamacita, pues que en gramática todo puede ser objeto: cosas, animales y hasta personas. Eso no se lo creí mucho, pero como ella era la maestra, no más me quedé callado y ya no le repliqué.
Pero después de tanto tiempo estudiando el acusativo, creo que más o menos empiezo a entender de qué se trata. Si tomamos al verbo como eje de toda frase, tenemos un sujeto que realiza la acción y un objeto que recibe la acción del verbo, lo que podemos representar como SVO (sujeto-verbo-objeto). En esperanto, gracias a sus terminaciones regulares, lo representaríamos así: O-AS-ON, o sea, el sujeto, que siempre termina en O; el verbo, que termina en AS (en presente para simplificar el ejemplo); y el objeto en acusativo, que termina en ON.
Esto suena muy sencillo porque lo copié de mi libro, pero a la hora de la hora, uno se hace bolas y confunde todo. En fin, lo que quiero decir es que el acusativo sí es medio complicado, sobre todo para nosotros que hablamos español y no estamos acostumbrados a andar cambiando las palabras (a “declinarlas”, como decía la maestra Rut) según la función que tengan en la frase.
Ahora que me pongo a verlo, creo que la culpa de que yo sea eterno principiante es del gordo Olivares, que se sentaba junto a mí en la escuela porque estaba en la lista antes que yo y siempre me distraía en las clases de español del profe Sarmiento. Él decía que para qué estudiábamos un idioma que ya sabíamos y que era mejor que nos enseñaran inglés. Y creo que él sí aprendió inglés, porque hace unos meses me encontré a su hermana y me dijo que se había ido a trabajar a Estados Unidos de indocumentado. ¡Qué suerte tienen los que no estudian!